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Estrategias y presupuestos para combatir la Lobesia botrana

El Programa de Control de Lobesia botrana define las estrategias para la campaña 2025/2026 en base a datos de monitoreo y evaluación de daños.

El diseño de una estrategia efectiva para el control de Lobesia botrana, plaga que afecta a los viñedos de Mendoza, depende en gran medida de los datos recabados en la campaña anterior. El monitoreo y la evaluación de daños realizados entre agosto de 2024 y mayo de 2025 permiten establecer el nivel de inóculo remanente, las áreas más afectadas y la respuesta a las medidas de control implementadas. Esta información, procesada por el Programa de Control de Lobesia botrana del ISCAMen, es la base para proyectar la temporada 2025/2026.

El ciclo de actividad de esta polilla de la vid se extiende desde agosto, cuando comienza a emerger tras el reposo invernal, hasta mayo, cuando vuelve a refugiarse en forma de pupa bajo la corteza de las plantas. A partir de este comportamiento, las estrategias se ajustan según el nivel de infestación y las condiciones de cada zona productiva.

Estrategias diferenciadas por región

En las áreas con mayor presencia de la plaga, como sectores del Oasis Norte y Este, se requiere una acción inmediata desde el inicio de la temporada. En estos casos, se recomienda combinar el uso de emisores de feromonas para la técnica de Confusión Sexual con aplicaciones de insecticidas específicos durante la primera generación larval (octubre). Este enfoque apunta a reducir rápidamente las poblaciones del insecto, facilitando el efecto de las feromonas y previniendo una expansión descontrolada.

En zonas donde la Lobesia ha sido reducida a niveles mínimos, como el Oasis Sur, el trabajo debe centrarse en puntos específicos donde hubo detecciones anteriores. Allí, el uso exclusivo de emisores de feromonas ha demostrado ser suficiente, siempre que se implementen en tiempo y forma. El objetivo: evitar la reaparición de focos que puedan expandirse y comprometer el equilibrio logrado.

En regiones intermedias como Valle de Uco, Luján, Maipú, Guaymallén y distritos seleccionados del Este, se considera viable aplicar una estrategia mixta, siempre que se garantice la cobertura uniforme y simultánea en grandes superficies. En estas zonas, el cumplimiento estricto del calendario de colocación y aplicación resulta determinante.

La situación cambia en áreas donde hay una alta densidad de cultivos abandonados o semi-abandonados, una realidad frecuente en el Oasis Norte y Este. Allí, la estrategia de grandes áreas se ve dificultada y las aplicaciones aéreas, tanto de insecticidas como de feromonas pulverizables, resultan fundamentales para cubrir extensiones donde la maquinaria terrestre no alcanza.

Sin embargo, las feromonas pulverizables presentan limitaciones: no pueden aplicarse al inicio de la temporada, ya que requieren follaje desarrollado. Esto impide atacar la primera generación de la plaga, momento clave para interrumpir su ciclo reproductivo. Por esta razón, deben complementarse con insecticidas específicos —como methoxifenicide y clorantraniliprole— que actúan sobre huevos y larvas.

Además, la duración del efecto de las feromonas pulverizables debe estar garantizada durante toda la etapa adulta de cada generación. Para controlar la segunda generación, deben aplicarse a fines de noviembre y mantenerse activas por al menos 40 días; para la tercera generación, a mediados de enero, con una duración mínima de 45 días. La falta de continuidad o una cobertura insuficiente reduce drásticamente su eficacia.

Uno de los desafíos más grandes sigue siendo la implementación coordinada. El éxito del Programa depende de que todos los productores apliquen las medidas al mismo tiempo y de forma correcta. En zonas periurbanas o urbanas donde no es viable la aeroaplicación, los productores deben encargarse de las tareas de control en sus viñedos, lo que exige una capacitación técnica continua y el acompañamiento cercano del personal especializado.

El caso del Oasis Sur se destaca precisamente por este abordaje personalizado: allí el seguimiento es individual y constante, lo que ha permitido consolidar resultados sostenidos a lo largo del tiempo.

Teniendo en cuenta el panorama actual y los objetivos trazados, el Programa ha definido dos escenarios presupuestarios. El primero, con una inversión estimada de $12.000 millones, permitiría reducir significativamente las poblaciones de la plaga y evitar daños relevantes en los cultivos. Sin embargo, no garantizaría la erradicación total en el mediano plazo.

El segundo escenario, más ambicioso, plantea una inversión cercana a los $20.000 millones. Este presupuesto está orientado a alcanzar un control máximo en una sola temporada, y se alinea con la posibilidad de erradicar la plaga en un plazo de tres a cuatro campañas consecutivas.

Entre ambos extremos, se contemplan estrategias intermedias que combinan herramientas en distintas proporciones y adaptadas a la realidad de cada zona, con resultados también positivos, aunque variables.

La experiencia del Programa mendocino —basada en sus propios ensayos y en el asesoramiento de organismos internacionales como APHIS y los técnicos que lograron erradicar la Lobesia botrana en California— permite sostener que, con planificación, presupuesto adecuado y el compromiso de los productores, es posible avanzar hacia una solución definitiva para esta problemática que afecta no solo al sector vitivinícola, sino a toda la economía regional.

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